A través de la figura en movimiento y la fragmentación, Diana Coca utiliza el autoretrato como soporte para provocar esa violencia contenida del contraste multiplicador entre el ruido de los espacios urbanos, con la naturaleza pura y no violada por el ser humano. El cuerpo no aparece nunca por completo, sino más bien por partes o hecho astillas, do-tando de subjetividad al propio autoretrato. Se quiere, de alguna manera, insertar nues-tras mutilaciones posmodernas y sensoriales (el cuerpo ya sin órganos de Deleuze y Guattari) en un origen vegetal liberador.