Matar el rato, desollarlo, hacerlo a la parrilla con algo de salvia y mantequilla.

Lucía Lijmaer, de su libro Cauterio.

Nos cuesta distender. Nuestra forma de vida nos impone la velocidad, el ruido, la urgencia constante. La satisfacción de nuestros deseos debe ser inminente. No es costumbre vivir en lo perdurable, elegir aquello que puede dilatarse en el tiempo. Nuestra sociedad sigue las normas de la inmediatez, alejándonos de manera destructiva de la introspección, la paciencia y la quietud. La artista Alba Suau encuentra en sus largos paseos el antídoto a la sobreestimulación, la vía de escape al exceso de velocidad a su alrededor.

A menudo, en un presente en el que solo entendemos de metas y éxitos a corto plazo, caminar sin dirigirse a un lugar determinado es considerado un hecho inútil. Sin embargo, esta aparente inutilidad es la que permite a la artista aislarse, permanecer anclada a un momento, desgranarlo para poder entenderlo y valorarlo. Las sensaciones que experimenta en sus largos paseos se traducen de nuevo en la pintura, manifestando la misma voluntad de aislamiento mental durante el desarrollo creativo. En el transcurso de dichos procesos, la artista se aleja de la productividad, buscando el contacto con el presente y con ella misma. El acto de caminar le supone una introspección profunda, le permite vincularse a la realidad, a menudo tan inaccesible. Este proceso meditativo activo tiene el objetivo de alcanzar, a su vez, la pasividad, la inactividad mental durante un largo período de tiempo.

Las últimas creaciones de la artista han nacido del tiempo que ha dedicado a pasear como acto meditativo. El título de la exposición “Estona amb sàlvia i mantega” tiene su origen en la cita Matar el rato, desollarlo, hacerlo a la parrilla con algo de salvia y mantequilla de Lucía Lijmaer. Los momentos lentos y placenteros, que a menudo requieren atención y mimo como caminar, cocinar o pintar, son para Alba Suau un medio de subsistencia, la vía para encontrarse a sí misma, descifrar sus propias pasiones, sus inquietudes y su presente.

Dentro de esta perspectiva, Alba Suau presenta la serie de pinturas que configuran su último proyecto. En él, los itinerarios meditativos le hacen descubrir los elementos del paisaje de Mallorca, entrando en conversación con su alrededor y observando cómo influye en las vidas humanas. De esta manera, la voluntad de aislamiento de sus etapas anteriores se reorienta hacia lo colectivo. Así, se aleja de la soledad que a menudo ha predominado en su práctica más reciente, para reivindicar los cuidados y la colaboración que construyen las comunidades más sólidas.

Durante sus paseos con su familia por el paisaje de la isla donde nació, Suau descubre la función de las acequias, aparentemente tan simples pero de gran relevancia para el entorno. Componentes como el agua, el cemento, la tierra o el musgo, configuran una gama cromática innata del territorio.

Así, dichos elementos se traducen en capas de pintura que se mezclan y se comunican entre ellas, gracias a las transparencias creadas en la aplicación del material y al uso de la tela sin tratar.

La utilización del agua compartida, la gestión conjunta de ese recurso tan escaso en el territorio, lleva implícita la voluntad de hacerla perdurar. Las acequias de la isla ponen de manifiesto la inutilidad de las mejoras innecesarias y de la búsqueda del desarrollo inservible. Así, reflejan el valor de lo duradero. A veces, las cosas no deben ser cambiadas, no necesitan avances, solo deben ser protegidas y cuidadas para que persistan y puedan seguir aportando vida.

La consciencia del aquí y el ahora es el resultado de la creación meditativa de Alba Suau. En sus obras, la artista plasma las sensaciones que adquiere del contacto con el ambiente, como consecuencias de una reflexión profunda y consciente. Así, deja de lado lo superfluo y toma consciencia de su presencia, adentrándose en una conversación íntima consigo misma y las inmediaciones de su propia existencia, para más tarde plasmarlo en el lienzo.

Belén Martínez